Ars Kundartiguatoris
En lo siniestro, donde el misterio del éter retuerce las sombras soterradas que silencian verdades, ¡te invoco Lilith!, mi consorte inmortal.
No es efímera nuestra unión, somos el sello inquebrantable de poder, la indulgencia que fluye de nuestra alquimia infame.
No necesito conquistar lo que me pertenece. Juntos, transmutamos los secretos del alba e injertamos nuestra simiente en el árbol del conocimiento prohibido.
A ti, que pronuncias el nombre del Caos con la severidad de una Redentora, te consagro esta idolatría, pues nuestro encuentro se ilumina con el albedrío de la Duda. El saber y el poder son nuestro linaje, y en las preguntas sin respuesta, nos ocultamos salvajes.
Contigo recorro la creación de carne, pues, juntos iniciamos la transgresión por el fruto de sangre.
En la vorágine de nuestra unión, el Ars Kundartiguatoris se manifiesta: soltamos nuestras serpientes de vértebras para caer al abismo, ígneo meteoro de discernimiento secreto.
Cada cópula, cada caricia nos retorna a la revelación suprema: que el conocimiento y la lujuria son dos caras de la misma moneda, son el dulce fruto que contuvieron las leyes vacías, y que robamos, para saciar el subversivo deseo.
Tú, la verdadera sabiduría que provienes del pecado,” [¿]porqué concedes al amor, el amor, si a dios odiamos[?]. . .”
-Samael