Samael Magnum.
El Sigilo Estelar ©
Asterismo Trascendente
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DEDICATORIA
(Inspiración onírica)
Te envuelves entre nubes y misterio.
Conjunción verosímil, fue observarte.
Tú, ¡virginal encanto!
¡Mi retina se consagró, para adorarte!
Samiël
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PREFACIO
Siempre llega un momento en que no queda más que arriesgarse.
-José Saramago
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Tortuoso —es en verdad— trasegar un mar de sentimientos inexplorados en pos de uno de los logros más importantes de la vida del destino de la misión particular
Rememora tu experiencia o la casuística que sea de tu conocimiento
Por mi parte te presento el fragmento de una historia indudablemente entretenida Su confección ha demandado valentía renombrada divergencia por fuerzas adversarias
El recalcitrante autor te presenta a la cónyuge de un burócrata que es rescatada de la prisión en que se constituye su desdichado matrimonio En refugio se constituye Samiël hombre soltero artesano y artista autodidacta
Con su relación en pleno asedio los amantes incrementan su amor en secreto
Sin disponer de confidentes innovan sus recursos y las maneras de encriptar sus dedicatorias
Los mordiscos robados se constituyen en huellas y pálpitos calcinantes cuando sus labios se entrelazan fervorosos lejos del escrutinio aunado a la necesidad de que el goce dure hasta el siguiente encuentro cual carburante Apurados y originales son sus aproximaciones clandestinas y dilatados y voluptuosos resultan sus reencuentros acordados Aquel elíxir de cáliz derramado asciende como un vapor consagrado hacía secretos asterismos celestiales como ofrenda
Nunca se sabe quizá alguien de constitución eterna en la Primigenia Creación se identifique con la causa de su unión Quizá permanezca algún mortal ingenuo infantil e imparcial que favorezca el enigma y la digna causa que es su prerrogativa
Y si no fuere posible escapar de aquella infamia ignominiosa solo resta conjurar el amor allí en el cielo virginal a la espera que retorne aquel anhelo esperanzador verdadero y sublime en alguna de nuestras reencarnaciones
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FRAGMENTO
Abro la compuerta del horno de microondas y freno estupefacto, motivado por la consternación de reconocer lo que yace en su interior.
Envuelto en halo de incredulidad, un lejano y estruendoso lightshot de sensatez me anuncia la caída de objetos del ajuar de porcelana.
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Afanada, Phoebë, me aborda en la cocina y fracasa en descifrar mi aspecto ignoto, al que le acompaña la efigie elemental de un silencio sepulcral que me retiene de explicar la circunstancia.
Entonces, Phoebë me aparta su bella mirada de amor fidedigno, para dirigirla al interior de aquella caldera siniestra.
De inmediato, invadida de confusión se aparta, insondable.
Pronto escapan de ella murmullos, algunos de ellos fundidos entre arcadas y un delicado intento de vómito, que, debido a su decisión de conservar su recato, alcanza a deglutir.
Cuando recupera la compostura, prorrumpe en indignación, exclamaciones y llanto.
Su aspecto de confusión :...:
Mientras observo la :...:
Congelado aún :...:
Pletórico congelado y en silencio :...:
Ambos sabemos quién ejecutó este asesinato. Nos observamos a los ojos y nos abrazamos contemplando aquel mensaje, desglosando la amenaza, incluso, examinando separarnos para que no dañen al otro.
Giuseppe —su esposo—, ha conseguido acceder —ilegalmente— a mi recinto y el asesinato del felino es la amenaza fehaciente.
Phobos, el gatito angora que me acompañaba desde hace un año y medio, yace explotado al interior del horno.
—¡Maldición, Phoby! —Pronuncio entre lágrimas, tratando de identificar su cadáver—.
Por su parte, Phoebë se halla consternada y deambula en torno a la escena y se lanza para abrazarme desesperadamente.
<< ¡Cretino! ¡Es un maldito cobarde! :...: ¡Debo evitar que esta amenaza me aparte de Phoebë! ¡No la quiero perder! ¡Esta ignominia solo me funde en sus brazos! ¡¡LA AMO!! ¡¡LA AMO!! >> —Reflexiono.
Aunque la escena es nauseabunda al interior del horno, un amasijo bizarro; la desmembración surrealista se compone por la que fue —hasta entonces— mi mascota y un plato de comida. Debido a la comida contenida en un recipiente hermético, se debe que un olor “agradable”, semejante —quizá—, al chunchullo invada la cocina.
Entonces comprendo las observaciones proferidas por Phoebë desde un área contigua a la cocina, quien, abordaba jocosamente un presunto estofado que estaba “inventando”.
Ahora, mi Phoebë yace llorando en mi cuello, abrazándome, pellizcándome, apretándome con sus garras de fiera, mientras respiro el fuego de la guerra, mientras mis pensamientos retumban en un fragor inverosímil dentro de mi cabeza y trato de controlarme para establecer nuestra cordura.
Sin embargo, contemplo el odio viscoso de la muerte y un dolor vampiresco por la pérdida.
En mi cabeza todo es caos. Sin embargo, gradualmente el flujo de mis pensamientos comienza a tornarse laminar, pues adviene en mi consciencia el deleitable olor que impregna del cabello azabache de mi Phoebë, mi amada, ¡la única!
Aparto la atención de aquel desastre para recorrer su cabello recogido, que expone sendas vellosidades de lujo, fibras finísimas semejantes a las incontables perlas de una corona real, que adornan el preciado contorno de su cuello y palidezco de asombro cuanto reconozco una vez más su rostro jovial y fresco, como si la viera por primera vez. ¡Nena hermosa!, mujer preciosa que llora por la muerte de un ser inocente, único testigo de nuestro amor.
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Al interior de su estancia, Samiël desarrolla su capacidad deductiva, a la vez que ofrece respuestas y acciones esporádicas ante las dudas y los cuestionamientos de su amada.
Por lo que se permite entrever, su verdadera preocupación se centra en que aquella amenaza no afecte su relación con Phoebë.
Samiël medita en silencio y responde en detalle a cada cuestionamiento de su amada.
Concentra su fortaleza visceral para disponer adecuadamente de aquel desastre, mientras le indica a su pareja descansar en el sofá. Entretanto, se entrega a la reconstrucción de la escena y deduce las motivaciones y las probabilidades anexas que facilitaron la ejecución del punible e identifica los recursos a interponer.
Samiël se percata que la silla principal del comedor está ubicada en una posición inusual, como si el ejecutor del ilícito se hubiera sentado a planear sus movimientos o si hubiere consentido al gatito, instantes previos a introducirlo en aquel infierno.
Dilucida los pormenores que facilitaron el acceso en su departamento. Contempla, infructuosamente, algún recurso de multimedia, como una grabación de video que pudiere ayudarle a identificar al causante material del hecho. Se dirige hacia una chaqueta de cuero que abraza el espaldar de la silla principal y nota que se encuentra el pase eléctrico de acceso al departamento, el cual olvidó antes de salir al encuentro de Phoebë.
Mientras realiza sus acciones en forma automática, responde y alienta a su amada. Destaca la premura con la que ingresaron a sus inmediaciones con su amada y que no se hayan percatado de cambios bruscos que denotaran la violación a su privacidad.
Por otra parte, señala la rareza de que el felino no haya salido a su encuentro.
Generalmente, Phobos se acercaba complacido a la puerta sin prever de quien se tratase.
Samiël continúa concatenando y reconstruyendo en busca de algún descubrimiento y recuerda el abandono de algunas pertenencias sobre la alacena, cuando se dirigió a la cocina para sacar la comida del congelador.
Del interior de la nevera sacó dos platos de icopor servidos de espaguetis con atún, que era la única comida que prepara bien y que le encanta a Phoebë.
Observó y restituyó el nivel de comida en el plato de Phobos y gestionó la descarga de un combo de series, películas y conciertos para ReCrearse con Phoebë, que estaban en promoción ese fin de semana.
Sobre la mesa del despacho, un cortador de cocina y algunos platos desordenados, fueron acomodados para abrirle espacio a su congelada especialidad.
Samiël interrumpe su disertación mental y advierte que Phoebë, está más calmada y sonriente de que se encuentren juntos.
—¡Debes ser fuerte amor mío!, ¡nadie nos va a separar! —promete Samiël—.
La pareja se reencuentra en el área de estar y se concede una sesión amatoria, profusa e inédita.
La coyuntura de los hechos ocurridos propicia que cada integrante de la pareja tome sus correspondientes medidas cautelares.
Phoebë emprende los trámites de divorcio, sin embargo, Giuseppe se rehúsa a firmarlos.
Se ha reverberado un tema de cláusulas y prebendas en el contrato de matrimonio, que Giuseppe se propone llevar a cabo, en la cual pretende excluirla de cualquier acuerdo favorable, representado por sus abogados. No obstante, pese a ser presa del odio, pretende manejar las circunstancias en secreto para evitar el escándalo.
Samiël se ha reforzado con un sistema de cámaras de seguridad y ha puesto el hecho en conocimiento de las autoridades en forma anónima, acción que realizó levantamiento pericial y denuncia del ilícito.
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Phoebë es una hermosa mujer del tipo Padmini con quien Samiël pretende formalizar una relación estable, en tanto resuelvan los compromisos contractuales de divorcio, por motivo de la deslealtad de Giuseppe hacia Phoebë, coyuntura que se constituyen en un reto a la integridad personal de cada amante.
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Samiël, ¡es veneno y miel!
Adulto joven de clase media, curioso y autodidacta por defecto. No es un hombre convencional, tiene vocaciones investigadoras, técnicas, artísticas y transita un camino espiritual en solitario.
Conforme al ejercicio de su Albedrío, destina tiempo para instruirse en diversas temáticas de conocimiento, siendo su preferida en cuestiones intelectuales, la Astrofísica; sin embargo, también se interesa en las ciencias filosóficas, tántricas y gnósticas.
Recientemente conoció a Phoebë, una mujer de belleza inédita y de cualidades idóneas que ha logrado recomponer y acrecentar los sentimientos que creyó extintos en su vida personal. En realidad; Samiël también ha contribuido en transformaciones y correcciones en la vida de Phoebë, pues debido a un matrimonio fracasado, fue salvada de conducirse por la senda de la autodestrucción y el suicidio.
El pasado de Samiël, discrepa de ser ordinario.
Perseguido en forma soterrada, una intromisión adversaria propició la pérdida de un antiguo amor, motivo por el cual, desde entonces, se convirtió en sociópata y solo en forma gradual, el influjo sanador de Phoebë, contribuyó a subsanar esas patologías.
Samiël aprovechó la soledad en la consecución del Dibujo Abstracto, la Escritura y la Escultura donde emplea una variante de plasma sintético, semejante a la sangre, para recrear simulaciones orgánicas en sus composiciones ocultistas, propias del Movimiento Surrealista.
Samiël no se considera un artista maligno o una amenaza social, soterrada. Investiga y manifiesta lo oculto en la naturaleza del hombre y lo plasma en sus obras. Saca a la luz, innova y en su caso en particular, se ha alineado con el Movimiento Surrealista, recientemente incursiona en el Realismo Mágico, en el cual aprovecha la sincronicidad de sus experiencias oníricas en el desarrollo de sus composiciones.
La reciente circunstancia de invasión a su propiedad obliga a Samiël a reorganizar sus pertenencias en forma general, para identificar alguna sustracción adicional y verificar si se han implantado cámaras y micrófonos en sitios estratégicos, con el propósito de espiar su vida privada, en especial en fines de semana cuando su novia Phoebë, asiste para cambiarle la vida.
Al interior de su residencia, nos abstenemos de ingresar al ámbito de sus aposentos. Nos instalamos en el área de Taller, ámbito iluminado por un bombillo azul que aporta una atmósfera astral y juego de luces convencionales, apropiadas para su meditación y su concentración intelectual.
El área más retirada en su departamento es un espacio exclusivo al que ha denominado Ámbito del ReCreo, espacio funcional que destina a su descompresión intelectual, sesiones de meditación y escasos episodios de entretenimiento. El Ámbito del ReCreo lo constituye una mesa central y un juego de sofá confortable. Junto al sofá —en el suelo—, surge un artefacto sofisticado que reproduce melodías de violines.
Sobre la mesa central se destaca un pebetero encendido con humo de incienso de sándalo y algunos candelabros con velas. Impetuosa, una pipa de Narguile en forma de florero oriental despliega sus tentáculos articulados, cuyo diseño contrasta con un contenedor de lujo ortogonal, de estilo barroco en madera de cedro, que utiliza para adecuar esencias de humo de vainilla, flan, chocolate y caramelo.
En forma cuasi orgánica, parece desplazarse la réplica de un escarabajo en bronce que contiene en su interior algunas pastillas de carbón. Dos copas de cristal —usadas recientemente—, una de ellas manifiesta huellas de labial rojo de su novia Phoebë. La disposición mística de algunos candelabros arrojan las huellas matizadas de una atmósfera amatoria propicia y algunos envoltorios de golosinas complementan aquel espacio de regocijo ocasional.
Su departamento es grande, acogedor y distribuye cómodamente sus pertenencias conforme a una disposición óptima y funcional de espacios en concordancia con sus requerimientos íntimos, técnicos y creativos.
Su bien inmueble es esquinero y pertenece a un edificio residencial en el piso veintisiete y cuenta con ventanales acristalados orientados hacia la salida del astro solar.
Disponer de aquella georreferenciación, generalmente le confiere una cobertura lumínica y calorífica constante, la cual obliga a cubrir las ventanas con cortinas espesas.
Matizadas por aperturas deliberadas que permiten su ingreso, diversas franjas de inundación solar atraviesan la instancia como vigas fotónicas. Aquellos intrusos naturales, abordan un ambiente espectral, psicotécnicos, y apropiado para la inspiración mística, que redunda en condiciones convenientes a las actividades que desarrolla Samiël al interior.
En el entorno sutil, el departamento de Samiël es un portal fractal entre mundos que conecta al pasado y al destino de la Humanidad. Visitantes de las altas cumbres y en las recónditas profundidades así lo experimentan, deslizándose con audacia entre sus puertas atemporales.
Es un día lunes por la tarde...
Samiël organiza sus pertenencias y clasifica diversos libros, escritos, ilustraciones y bocetos en grafito, tinta, óleo y sanguina sintética de su invención.
Pese a que es ordenado y de sano juicio, corrige el desorden producido por implementos misceláneos de labor técnica y artística, acomoda diversos tipos de lienzo y recipientes para mezclar pigmentos experimentales.
Particularmente, se ha enfocado en la experimentación de un plasma sintético que se asemeja al fluido sanguíneo, el cual utiliza en la composición de algunas de sus pinturas.
Dada la composición del plasma, manipula sus reacciones de oxidación y reducción que mezcla sutilmente con agregados químicos secretos, para diversificar texturas, cánones de intensidad y efectos de acabado, propios del proceso de renderizado.
De esta forma, manipula el proceso de oxidación, para obtener una gama de tonos vinotinto hacia los marrones; y dosificando el proceso del reducido químico de compuestos clave, consigue tonos verdosos.
El plasma sintético es su alternativa secreta reciente con la cual pretende reemplazar la extracción de su propio fluido vital. En el pasado reciente, Samiël se automedicaba para alterar los niveles de melanina y producir un fluido viscoso, de esa forma extendía e intensificaba el espectro cromático del plasma sobre el lienzo.
La utilización del plasma sintético no logra inhibir el proceso de coagulación razón por la cual se forma una especie de gel, al cual le aplica aglutinantes específicos para conseguir una textura ideal apropiada en la técnica de difuminación en algunas de sus obras. Posteriormente aplica sellantes artificiales para su conservación.
En suma, manipula los índices de oxígeno y altera los factores activos de la coagulación del plasma sintético, para la composición sistemática de obras prolíferas, certificadas, que exhibe en eventos que apoyan el Movimiento Surrealista en una esfera underground, promovida por una subcultura vanguardista, de clase alta y de esferas intelectuales elevadas.
Entre sus obras en curso se destacan sobre una mesa de dibujo, la composición de diversas ilustraciones en grafito y obras abstractas elaboradas en óleo y sanguina, resultado de la consecución de una reciente invención reticular y cromática, pertenecientes a una futura colección de pintura abstracta, surrealista biomorfo, fosilización onírica y la emulación de entrañas de entidades necromorfas y de fantasía oscura.
No obstante, algunas plantillas, retículas de ejes palpables parecen carecer de pretensión u objetivo y se disponen interconectados uniendo alfileres dentro de las paredes, en forma estratégica, que adecúan una atmósfera Industrial Noir, Neo—Barroca, lúgubre y sin embargo sofisticada y acogedora.
Enfrentada a la mesa de dibujo, un caballete con el lienzo de una obra compleja sin terminar se extiende cubierta por una sábana de poliéster. Para esta obra en particular Samiël dedica minutos ocasionales, pues se ve en la necesidad de conseguir específicas condiciones de iluminación al interior del taller, con el propósito de obtener una emanación fotónica “difuminada”, que descubre zonas ocultas para el desarrollo de un contraposto específico, condición que facilita el encuadre y el renderizado de una obra recomendada por un alto mandatario.
En el balcón de su departamento, se erige un lente que enfoca un objetivo distante en el firmamento y una cartilla de anotaciones. Sin embargo, aquel telescopio soportado en un trípode metálico, dispone de un componente llamado desensamblado. Un maletín de herramientas y diversas clases de lentes ubicadas junto al telescopio sugieren un mantenimiento pendiente del porta-ocular profesional.
En la pared colindante al balcón, se alza una estantería en madera con varios niveles de altura, que alberga diversas plantas decorativas y una agenda negra que contiene anotaciones, diagramas y un dossier con diversos catálogos y cartografías celestes.
Samiël desconoce que algunos documentos se han caído detrás de la estantería y que yacen en el suelo.
Algunos pensamientos y dedicatorias para Phoebë, fueron profanados, incluso sustraídos durante la violación de habitación ajena en la que resultó asesinado su gato Phobos.
Generalmente, Samiël dialoga consigo mismo mientras encuadra y renderiza sus obras o con su telescopio, mientras enfoca y ajusta la mira, observaciones suficientes de las que ha prescindido gradualmente, ante la probable utilización de equipos intrusivos, con motivo de espionaje.
Cuando se encuentra en presencia de Phoebë, la capacita para que forme parte de su cotidianidad.
Samiël la ama, la observa dormir, le escribe, la retrata.
El espacio recuperado por la restauración de su estancia deja en evidencia un libro envuelto.
Y de inmediato, Samiël hace remembranza de una escaramuza [amorosa] reciente con Phoebë:
“
Juntos nos hallábamos recostados en el colchón inflable de una terraza abierta a un cielo despejado de otoño. Entonces nos encomendamos a la labor de nombrar y de componer formas a partir de nubes de algodón esponjoso.
La brisa nos unió en un cariño sin precedentes.
Y cuando volvimos —en nosotros—, descubrimos nuestros ojos en la plena trascendencia de una noche subliminal. [Exceptuando la obscenidad y el engaño; mejor, comprendiendo lo subliminal, ¡como más allá de lo sublime!]
Entonces nuestro entretenimiento cambió de escenario y la propia motivación del reto se hizo escandalosa; una preciosa conglomeración de incalculables puntitos luminosos intentábamos conectar, de agrupar, de interpolar cada uno conforme a su incomprensible profundidad, de diagramar en objetos familiares, jocosos, místicos.
Fue entonces cuando descubrimos un nuevo lenguaje, para nuestra expresión. Y aquella tierna e incomprendida incertidumbre la bautizamos como The Heavenly Vineyard.
Escogiendo a las más portentosas luminarias, Tu, esbelta, te erguiste de alegría y extasiada las describías, las interconectabas; tu alegría, tu algarabía titilante se mezcló de diversos colores, escalaste y ocultaste con tus dedos y tu risa se dirigió hacia aquellas distancias, aún se desplazan a su objetivo.
¡Frondosos asterismos!
Y contemplamos —abrazados—, aquel majestuoso silencio; conteniendo el aliento por aquella inmensidad que nos absorbía, incomprensible, espectáculo inenarrable y Tu, ¡mi idónea compañía!
Y comprendimos el sentido de nuestra vida en aquel encuentro; incluso, egocéntricos, nos adjudicamos como la motivación fundamental de nuestro Creador, disponiendo sus recursos para nuestro caro entendimiento.
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“
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[Enamoramiento]
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Samiël huele la ambrosía contagiada por Phoebë al envoltorio de aquel libro forastero y se descubre atónito, extasiado ante esta manifestación grabada con su caligrafía. Subliminal obsequio.
Discerne la tarea desplegada, los recursos invertidos, entre otras circunstancias por él desconocidas y que formaron parte en la consecución de una copia inédita, alternativa y limitada del Idealis Mysteriis de Samael, El Loco.
Aquel libro promueve la exhibición de excitantes recuerdos, sentimientos y deseos en el anfiteatro, que es su mente libertaria.
A Phoebë se adjudica un acervo primigenio que se entrelaza en su imaginación, ideas autoconscientes que copulan y se asesinan entre ellas, como el ¡lightshot alucinógeno de una fugata!
 En Samiël se origina esencia elemental, efluvio enervante que asciende segregado como una hormona por todo su cuerpo, que viaja con velocidad tangencial, recorriendo ciclos parsecs, unidades astronómicas a través de su espina espinal.
Es un deleite, un placer insoportable pensar en Phoebë. Siente que puede escribir para ella, quiere pintarla, desea expresarla.
Y le hierve la sangre, le falla la respiración, le baila la osamenta dentro de sus contenedores orgánicos y conoce a un Samiël desesperado por su ausencia.
El teléfono, está mudo...
...sin embargo, ¡desea! y,
...descuelga.
Pero como medida perentoria, se abstiene y se enfoca en la ausencia de estrategia.
​
<< ¿Qué puede ser más difícil que abstenerse de llamar, cuando la desesperación y el escarnio te obliga a correr?
Me pregunto si a Phoebë le sucede igual. >>
​
Paradójicamente, la inhibición incrementa su locura. Siente segregar hormonas heladas que pasean por conductos sensibles en su espalda y que, por ciencia de acupuntura, los impulsos eléctricos culminan su viaje produciendo la rigidez de las vellosidades en las manos que sostienen el libro. No obstante, le acompaña una impresión angustiosa, aprecia la realidad sensorial de no reconocerse en su cuerpo.
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—¡¡Phoebë!! —pronuncia al interior de su instancia, mientras observa al gatito Phobos dormir sobre unos libros—.
Suelta el libro sobre el escritorio. Interpreta la caligrafía de su amante, intentando conformar un jeroglífico, reduciéndose a un sigilo y se brinda un espacio de contemplación para reflexionar acerca de ella.
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Poema y fragancia.
Vela aromatizada.
Miel y vino.
Tempos. Sinfonía.
Vino y violino.
Partita.
Grafito.
Humo de oráculo.
Sangue e violini.
Stradivari.
Délice érotique.
¡Amor bajo el Éufrates!
¡Concerto!
¡Felino & Fugata!
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​
Y Samiël se entrega a un estado somnoliento. . .
Al abandono sensorio se sobreponen los murmullos remotos de una égloga orgánica.
Un libro de piel jónica inmaculada cuyo júbilo de sus partes yacen virginales, ¡en lánguidas posturas y versos, reposa en su tálamo!
Escucha la risa delicada y coqueta de Phoebë.
El eco de su voz y de su risa retumba por toda la instancia mientras sigue con atención las ondas sublimes —en rededor suyo— que disminuyen, chocan y se funden en los muros.
¡Ambos yacen reconociéndose, jugando sobre los mares del cielo!
Ebrios, cómplices, vagos, animales.
Samiël experimenta una visión hipnagógica que reconstruye escenas íntimas conmemorables.
Diversos son los altares donde se ha ofrecido tributo y que han convertido en Templo a su departamento.
Samiël se concede la evocación de su écfrasis.
[Regresión hipnagógica]
​
Obsesión de la Apis Mellifera;
Péndulo;
Respiración y latidos;
Violín;
Sauvignon...
¡Clímax de Alquimia!
Y recuerda el lugar donde lo derribó aquel obsequio que es Phoebë.
Entonces, la vívida alucinación se complementa en su presencia por diversos estruendos magnánimos, causados por Elementales sublimados y Daimones intelectuales exaltados que regularmente se presentan en su taller, los cuales aportan su devoción.
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:...:
​
Asombro.
        Risas.
             Silencio.
                    Besos.
                      ¡Merlot en el ombligo!
¡Sorbos de copa!
¡Miel en el regazo!
¡Sota de Bastos!
Acabado amaderado.
   ¡Sangre de uva carnosa!
¡Vino y miel!  
   ¡Égloga al oído!
¡Carezze e violini!
¡Bacios e promessa!
¡Sesso tra le stelle!
¡Cielo!
¡Infierno!
¡Reino!
¡Tigris Catarratto!
¡Éufrates Petit!
¡Sed Non Satiata!
​
—¡Wow, qué rico vino! —asegura Phoebë sonriente y ruborizada—.
—¡Toma, prueba este cáliz! —invita a Samiël de su copa inundada en refajo añejo de uvas a temperatura infernal—.
Samiël invita un aderezo celeste para complementar la pócima. Néctar de Apis Mellifera es ofrendado en la copa de Phoebë y le comparte el trago de un gran sorbo que dosifica con su boca.
Embriaguez en la pareja.
Aquel brebaje escarlata discurre en los misterios inaccesibles. Desde entonces, aquel elixir proveniente de una vid etérica, adquiere la categoría de emblema, se convierte en la bebida oportuna para soportar la condena de su serpentina relación.
​
—¿Me quieres embriagar? —Phoebë cuestiona, sensual y confidente—.
—¡Claro que sí!—. Samiël deja a un lado sus copas y la abraza impetuoso para observar en sus pupilas la representación de una égloga romana.
​
Y Samiël reconoce la Geología anatómica de Phoebë. Humedece con rocío de uvas los poritos y aquellos vellitos en sus mejillas.
La consiente, juega con sus labios carnosos. Y conduce su lengua al cerco de sus diques polares y le hala un piercing bajo su lengua para producirle dolor. Ante la expresión esperada, la besa.
¡Contienda!
¡Reconciliación!
¡¡Despertar!!
Phoebë ingiere una bocanada del elíxir del cáliz de cristal y se entrega nuevamente al beso de Samiël. Derrames aquella alegría viscosa.
Mezcla generosa en especias, al interior de esa fundición carnal en que se han convertido sus sentidos.
¡Sed Non Satiata!
Reinicio.
¡Guerra!
  ¡Paz!
¡Daath!
  ¡Magia!
¡Eternidad!
  Tic, tac. . .
​
<< De vuelta a la realidad >>
​
 Samiël yace contemplativo sobre su escritorio y se dirige hacia un pocillo que contiene una infusión olvidada. Ingiere la bebida a regañadientes, de un sorbo.
Mientras desglosa la agria sensación del bebedizo, se pone de pie y se dirige afanosamente hacia la cocina. Ejecuta las acciones y los mudras requeridos para servir una infusión caliente. Reanuda su regreso observando su pocillo y mientras revuelve el contenido con una cuchara, reflexiona sobre la preciada adquisición. Entre tanto, detiene el movimiento de la cuchara y alza la mirada para advertir que se encuentra nuevamente frente a su escritorio.
Se observa rodeado de caos apilado. Aquel tumulto de hojas se asemejan a las hojas removidas de varias generaciones en un bosque etéreo.
 Vuelve en sí, y anticipa la estructura de la obra. Observa que sobresale una nota en el la portada que manifiesta la siguiente declaración:
Promissa et aegrimoria.
Bellum et Metamorphosis;
Est Alchimia potentia,
Amor et Pax Coelestis.
Samiël interioriza la cita...
​
—¡Phoebë es carnosa ambrosía! —declara—.
​
Mujer joven de clase alta, sofisticada. Sus preferencias, moda, indumentaria y ornato expresan el estereotipo Gótico. Nació, se crió y estudió Antropología en Nápoles Italia, hace veinticinco años.
Se cree hipocondriaca, sin embargo, padece de Trastorno de Identidad Disociativo y debido a su rebeldía y drogadicción esporádica, ha abandonado diversas terapias de Psicología.
Llegó al país poco más de dos años y contrajo matrimonio con Giuseppe, un burócrata mayor que ella. Ingiere fármacos en secreto para no tener hijos. No se aman. Debido a su exótica belleza, es utilizada como una joya por su esposo.
Giuseppe la obliga a asistir a reuniones sociales, Phoebëntos en un club intelectual, también a torneos semestrales de golf y diversos eventos y asambleas propias de su prerrogativa.
Generalmente, Giuseppe se preocupa más los reportes de sus espías, por ocultar infidelidades de marcas de chupones en su cuerpo y que sus medias de cuadritos combinen con su bata lujosa de satín.
Cuando se encuentra al abrigo de su chimenea para revisar la correspondencia, rodeado de lujo sofisticado, Phoebë no le debe interrumpir, en especial cuando idealiza sus discursos diplomáticos, so pena de soportar sus manifestaciones déspotas.
Numerosas veces prescinde de llegar a casa y cuando lo hace se entrega al whisky, luego de verse con amantes esporádicas que le sustraen la energía y el interés por su esposa.
Cuando cuenta con remanentes de remordimiento, la accede a la fuerza para cumplir con su obligación marital. Giuseppe se casó con Phoebë por su aspecto físico netamente.
Su matrimonio fue arreglado por el interés. No la comprende debido a su juventud y le es infiel con diversas personalidades y secretarías a su cargo.
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Samiël conoció a Phoebë en una exposición de Arte. ¡Excelsa circunstancia!
Debido al declive de su matrimonio, Phoebë presentaba un cuadro depresivo agudo y fue invitada por varias amigas, específicamente de Chardonel, una amiga de su infancia. El grupo de chicas asistió a un Museo de Arte Vanguardista con ocasión de la exposición plástica de varios artistas empíricos.
Samiël participó en dicho evento y su exhibición se destacó por la manifestación de aberraciones orgánicas esculpidas y diversos lienzos de composiciones surrealistas, “elaboradas con su propia sangre”.
Pese a su prerrogativa bizarra, su propuesta ha suscitado la admiración de un público adulto joven underground; pero también del entorno jurídico, pues por exhibiciones precedentes, ha sido obligado a sustentar su inocencia en audiencias judiciales, con ocasión de demostrar los pormenores en la adecuación de escenas fotográficas brutales, además de soportar a un público profano que ha confundido sus escenas con apología al asesinato y protestas en los medios sociales.
Sin embargo, aquellos incidentes catapultaron su popularidad.
Fue en la Galería de Aberraciones, donde Samiël se halló aparatosamente estrujado por un cálido grupo de mujeres extremas; Metaleras; Cybeer Poonkers y Góticas, entre las cuales se encontraba, una mujer de aspecto intelectual de nombre Phoebë.
Se buscaron, se atrajeron y se conocieron.
Aquel encuentro fue un mutuo amor a primera vista.
Iluminados por la timidez de una sombría ambientación, envueltos entre plásticos colgantes que hacían de separadores orgánicos, Samiël siguió a Phoebë, hasta que procuró en ambos, la perdición.
El atrevimiento celestial de un beso francés, iluminó el encuentro en aquel laberinto y, presas de sus propios hechizos, bailaron juntos durante un segundo, un minuto, una hora, durante el tránsito de un parsec astral, indefinido.
Y cuando acostumbraron su visión a la obscuridad, ubicaron sobre las bóvedas de sus cráneos el tenue reflejo de la luz propia que generaban. Aquellos destellos, fueron ráfagas suficientes que los sacó de sus abismos personales.
Entonces sus cuatro iris fueron aquellas compuertas de acceso, a un vacío prodigioso, aquella vasija incólume, que desde entonces se destinó a contener la esencia de su amor.
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:...:
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Y mientras se fundían en un mismo aliento, abandonaron aquella dimensión mundana, se sumergieron en un entorno etérico intensificado por sus vibraciones alineadas, en secreto prófugo.
Allí donde se profieren palabras sin pronunciarlas; solos, donde sus estupefactas miradas -paradójicamente-, se repelieron para experimentar el asombro.
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“
Y el deseo nos apartó con prudencia:
Y Tu, quien representa mi amor, Phoebë, te levantaste despojándote de mis caricias hasta quedar desnuda.
A continuación te erguiste y trazaste en el aire, en sentido de las manecillas de un reloj informe, la proposición de tu asterismo.
¡Osada genialidad!
¡Abriste el portal en la nebulosa!
Su apertura liberó su espectro primigenio algunos instantes, suficiente para que escapasen a tangencial escala, los gemelos Messier cuarenta y dos y Messier cuarenta y tres, desde aquella profundidad inconcebible, pues, pobres son nuestras estimaciones humanas.
Hermosa, te volviste y discernir tu enunciado.
¡Compromiso!
Entonces, me notaste -de ti- enamorado; pese a ello -lo aseguro con sinceridad-, te lo intenté disimular. Nerviosa lo previste y entonces, recogiste -cual semidiosa-, aquel artilugio intelectual y me lo entregaste.
Desde entonces, ¡Tú, encanto!, ¡mi retina se consagró a celar!
Y nuestro ígneo deseo se volvió a reverberar. Nuevamente anhelamos nuestro abrazo perpetuo, la desesperada unión nos sujetó, un reencuentro de almas gemelas.
Y en aquella cuarta ocasión, reemprendimos el interés, la pasión y el ímpetu inagotable, que siempre se renueva.
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Luego de la exhibición de arte, Samiël se reunió con una delegación de artistas y patrocinadores de Arte Independiente, en el cual Phoebë y Chardonel, su mejor amiga, le acompañaron en sesión fotográfica en audiencia de medios underground.
Al anunciarse el ocaso, ambas conocidas accedieron a visitar su departamento.
Una vez en su departamento, Phoebë y Chardonel conocieron su estudio y su taller. Bañaron en caricias al gatito Phobos, comieron spaguetti con atún y degustaron vino.
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El tema jocoso consistió en comprender el caos ordenado que es su biblioteca. Regida por una codificación subjetiva, cuasi conspiranoica, paradójicamente, le permite acceder a información mediante el empleo de sutiles variantes de numerología, basada en las fechas natalicias de sus Médiums intelectuales.
Aquella osadía algorítmica le permite ganar tiempo y extraer contenido seleccionado y discriminado de los ingentes volúmenes, en que se constituyen las arcanas obras que colindan su escritorio, murallas de olor eucalipto.
¡Su desorden caótico funciona!, así lo probaron Phoebë y Chardonel. Chardonel enunció un reto, entonces Samiël decodifico aquella devastación, para encontrar el significado de la palabra “recórcholis”, -muy utilizada en la jerga viñera-, y cuyo significado hace alusión el Tomo I del Idealis Mysteriis de Samael, El Loco.
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Cabe mencionar que Phobos también es un aventurero de los libros y se desliza entre recovecos y franjas de solapas.
Luego de un cálido encuentro, a las huéspedes les fue notificado, hacia las siete y cuarenta y ocho de la noche, la presencia de un coche con la finalidad de recoger a Phoebë y Chardonel. Debido a su matrimonio en declive, Phoebë se ha instalado en el apartaestudio de Chardonel.
Por decisión propia, Chardonel se adelantó para reencontrarse con la comitiva, brindando tiempo a Phoebë y Samiël para despedirse, ya que advirtió la grata alegría que Samiël ha provocado en Phoebë y que ella se ha decidido por contemplar el divorció como resolución ante la relación con Giuseppe.
¡Confidente vehemente!
Y sin Chardonel presente, en el departamento, Samiël y Phoebë no podían soltarse sin tocarse, no podían despedirse, aunque se alejaran y se impartieran los ademanes apropiados.
Poco fue el tiempo para conocerse, en realidad se agotó con asombro, para incluir detalles de información concerniente a las condiciones de cada uno y especificar al otro que se estaba agradecido con su compañía.
Posteriormente, pasados quince minutos de mutua complacencia, Chardonel interrumpió por celular recordando a Phoebë que el procedimiento de transporte requería su presencia.
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Entonces, Samiël tomó la iniciativa, ejecutó los arreglos pertinentes y condujo a Phoebë por el hall, hasta que la pareja descendió en el ascensor.
Aquel exquisito descenso se vio colmado por alrededor de tres minutos de besos y abrazos.
Se vieron forzados a prescindir de su efusividad en algunas detenciones, pero en cada experiencia, la risa y la complicidad reverberaban un reencuentro frenético e impetuoso.
Finalmente, hubo un acuerdo sin pronunciamiento entre Phoebë y Samiël y a la salida del ascensor la pareja se distanció prudentemente.
Levitaron hasta el hall de invitados y Samiël observó prudente, detenerse para despedirse desde un lugar adecuado que permitía la vista exterior al parqueadero de visitantes.
A través del panorámico de un vehículo automotor, observaban a una Chardonel convenciendo al conductor, quien se mostraba persuadido de esperar y saludó a Phoebë encendiendo las luces del coche en repetidas ocasiones. Phoebë respondió con un ademán para saludarlo y se dirigió hacia Samiël, confiandole secretos del alma. [Que no fueron posibles transcribir]
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Entonces, Samiël sujetó a Phoebë por el corsé de cuero y en actitud caballerosa le preguntó:
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-¿¡Te volveré a ver!?
-¡No lo aseguro! -Phoebë respondió frugal-.
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Y se acercaron a una distancia prudente, suficiente para que Samiël le diera un beso junto a los labios y, súbitamente, la adornó con el mordisco coral de un beso presionado en su mejilla izquierda.
Entonces, una Phoebë rejuvenecida, esbelta y sobria, se giró lentamente, soltando las tenazas de Samiël, a regañadiente y se encaminó por el vestíbulo, circunspecta, hasta que alcanzó el lugar de parqueo del coche encendido, donde se detuvo si abrir las puertas del vehículo para despedirse sutilmente de Samiël.
Ya en el interior, una Chardonel cómplice la convida a su lado. Entonces el coche emprendió la marcha hasta desaparecer en la incertidumbre de una noche renovada y perpetua para Samiël.
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—¡Me encanta!, ¡nos hemos saltado los preámbulos!
¿Qué dejaría de sucederte si prescindieras de ser valiente? —dialoga consigo mismo Samiël, mientras asciende por el ascensor procurando disimular la explosión de sensaciones ante algunos de sus vecinos—.
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Al interior de su departamento, Samiël se retira el gabán de cuero y deja sus pertenencias sobre la mesa, entretanto se hace consciente que se siente diferente, elevado como no lo recuerda antes. Y entonces se dirige al Ámbito del ReCreo, enciende el componente de música donde afloran composiciones de Bach, Tartini y Paganini.
A continuación, sobre la mesa central y recupera aquella copa de cristal utilizada por Phoebë. Abre botellas de Merlot blanco y Cabernet Sauvignon vino tinto y vierte dos tercios del volumen del cáliz, mezclando la precisa indulgencia y se entrega a la ensoñación.
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Samiël reconstruye aquella sensación diferencial que le provoca Phoebë cuando cierra los ojos, efigie perfecta que reposa necia al interior de su retina. Phoebë respira aún en su departamento, su frecuencia deliciosa y su jovial risa espontánea, aún vibran en la instancia, en su mente, su corazón corre alegre al identificar engramas específicos, asociaciones neuronales de su mente atenta que almacena recuerdos fotográficos.
En el plano metafísico, explota la facilidad poética que otorga la fina compañía del vino, para convocar su enérgica presencia y la percibe tangible como ectoplasma caliente, contigua a su aura, a su espacio vital, a su periespíritu, sobre aquel ámbito sublimado.
Y ahogado, por la cata distendida de un remanente del cáliz que utilizó Phoebë, en cuyo extremo conserva la huella escarlata de sus labios sobre el embelesado cristal, advierte que la poción se aligera, cede la fuerte tonalidad amaderada, cuyo bouquet, fundido con la identificación de una especia artificial semejante al chicle, enjuague bucal o chicle utilizó por Phoebë, se despierta para reponer la dádiva.
La experiencia conserva en el rostro de Samiël aquellas caricias de sus manos perfumadas, el canal de una saliva que descendió por el cuello y los mordiscos de sus besos profusos e intensos, que recorre cíclicamente con las papilas de su lengua. Para colmo de males, la miel en sus labios continúa evaporándose como el kerosene.
Ebrio de alegría, la botella termina.
Su gato angora de color pardo como el otoño, yace dormitando sobre una mesa adyacente, embebido entre libros. Un candelabro de velas humea agónico. Incontables boronas de galguerías yacen esparcidas.
Y de repente, se presentan forasteras, unas gafas negras sobre una bufanda de hilo rojo, a la cual, con impaciencia se adosa Samiël. Son de Phoebë, y escudriña el hallazgo con la pretensión de degustar su bouquet peculiar, la fragancia personal de Phoebë.
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—¡Oye Phoby!, ¿qué opinas de Phoebë? —Samiël interroga a su gato fofo en forma efusiva—.
¡Hey Phoby!, ¡despierta!, ¡te estoy hablando!, gato dormilón...
Phobos ronronea sobre la mesa advirtiendo la imposibilidad de responder a una charla extraterrestre. Regordete y perezoso se da vuelta sobre sí mismo y cae de panza en la alfombra.
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>>¡Ja, ja, ja, gato fifí! —se contempla Samiël riéndose del hecho, como nunca antes recuerda haberse reído con tan sincera efusión.
Entretanto Phobos, responde a las risas de Samiël con cara de pocos amigos y, somnoliento, se retira medio despierto y fatalmente erizado hacia alguno de sus escondites.
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<< Revuelta surrealista >>
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Samiël se pone en acción, se levanta del sofá con el cáliz en su mano, y cruza el pasaje hasta la silla de su escritorio, ubica el cáliz adecuadamente y coloca sus manos sobre el espaldar mientras contempla absorto, el regalo de Phoebë sobre su escritorio.
Ansioso, efectúa una pirueta para sentarse en la silla y como si de un artefacto ritual se tratase, escudriña meticulosamente todos los ángulos en derredor del tesoro.
Luego, detalla la disposición de los dobleces, los plegados del envoltorio para determinar el tipo de cuidado, huellas, señales, trazabilidad técnica de aquella encomienda.
Le especifica como una obra encriptada, cuya perspicacia, consciente, le demandará un tiempo de lectura vitalicio.
Samiël anticipa las proporciones de diagramación y la profundidad y complejidad de su estructura material.
Por otra parte, aquella joya contiene sellos Alquímicos y Esotéricos tatuados y presagia que su descifre es la propia misión de su encarnación.
Aquella ofrenda envuelta en papel de embalaje de negro, rectifica los datos del remitente: “Phoebë”.
Desorbitado y ebrio de ímpetu, se lanza a destapar el regalo como un niño travieso y curioso, —ansioso realmente, por descubrir la dedicatoria preciada—.
Sin embargo, se abstiene en el borde y destroza el envoltorio lentamente, mientras se hace consciente del advenimiento de una ansiedad particular, que le invade como cuando accede a una circunstancia irrevocable y consecuente, la presión se incrementa, los nervios colapsan, ante la manifestación externa de una absolución o de la condenación.
Se descubre nervioso y aparta adecuadamente el envoltorio en un espacio alejado del escritorio.
Admira nuevamente sobre sus manos la carátula principal del libro y desdobla una etiqueta oculta en la solapa, que se asemeja a un código de barras de seguridad, intransferible, el cual alcanza a desintegrar a causa de su ebriedad, el cual alcanza a enuncia la siguiente dedicatoria:
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“¡¡Te Amo!!
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¡¡Espero te guste este libro 01110100 01100101 00100000 01110001 01110101 01100101 00001010, aunque es tan grande 01110000 01100101 01110010 01101111 00100000 01100001 01110101 01101110 00100000 01100001 01110011 11101101 00100000 01101110 01101111 00100000 01110000 01101111 01100100 01110010 11101101 01100001 01101110 00100000 01100011 01100001 01100010 01100101 01110010 todas las cosas maravillosas que siento por ti!!“
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Samiël retorna al reencuentro impreso y predispone en oportunidad incontable, sus recursos a la lectura que pretende demorar y adormecer.
Con el libro a su merced; se observa cual niño que desea probar un delicioso pastel.
No sabe por dónde cometer el primer mordisco y desde ya, siente la imperiosa necesidad por conservarlo y se rebana los sesos intentando maquinar la estrategia intrépida para evitar que se acabe.
Revuelca el libro de lado a lado sobre su escritorio, como cuando se revuelcan las fichas en una partida de póker y que, situada la apuesta total en el River, le exige igualarla o retirarse, pero un comodín se asoma en su mano.
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Y en forma ecuánime a la premisa descrita, con la pericia de un acérrimo lector, se decide por abrir el libro de par en par en aquella página sin número.
A continuación, se inclina sobre la junta de unión de las páginas para lamerla longitudinalmente, instante previo en que se dirige a la demarcación del apéndice, para olerla con los ojos cerrados y colmarla de besos.
¡Delicioso —es en verdad—, el conocimiento para un Sábelotodo!
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por Samael Hormaza.
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