Samael Magnum.
Jaque Diáfano ©
Alucinación libertina!
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ID 1-2025-100994
[Relato Literario]
[Ilustración generada con Bing AI]
EL FIN DE SEMANA COMENZÓ CON UNA PROMESA DE ABURRIMIENTO.
La placidez viscosa del astral invadía la atmosfera. Sin embargo, resoluto acepté visitar su casa antigua, ora por el reencuentro, ora por la galantería, la esperanza misma por disfrutar en su compañía, la Festividad de Samhain.
Ella, pese a su disfraz de bailarina Gogo, seguía igual: mirada penetrante, labios finos, glúteos jugosos y sensacionales, y un sentido del humor entre la burla y el hechizo. El tipo de mujer que toma las cosas primero y pregunta después.
El efluvio etéreo permeó en nuestros sentidos como una alucinación psicodélica, empañando el cristal de las ventanas, y la luz eléctrica se difuminó sin resistencia, cuando previamente, -en la distancia-, la afluencia de niños disfrazados fue asustada por la explosión de chispas de un transformador eléctrico que colgaba del poste.
Lo siguiente fue la llama de una vela roja encendida con la misma frugalidad con la que se afila el cuchillo.
-"Juguemos al ajedrez", dijo-, y dispuso un tablero de madera gastado.
Y jugamos algunas partidas. Malas, sin reglas.
Ella movía las piezas como quien barre migas de pan. No era el juego lo que le interesaba, sino la ceremonia.
Entonces, con una sonrisa temeraria, sacó de otra caja de madera una tabla rudimentaria, esculpida a mano por su abuelo carpintero, tosca, más cercana a un experimento fallido que a un artefacto místico.
-"¿Has jugado a la Ouija?", preguntó desafiante-.
Le mentí. Le dije que no. Lo cierto es que lo recordaba todo, pero también sabía que quería repetirlo y aumentarlo con frenesí. A decir verdad, mi conocimiento ocultista provenía de las películas bizarras, de videojuegos de zombies y de series de terror sobrenatural. No obstante, ambidiestro, me encontré inmerso en ambos juegos.
Y nos incorporamos solemnes frente a la tabla de vaticinios. La bailarina sexi y yo con mi disfraz inflable de perrito caliente. La vela de espermaceti nos iluminaba en la distancia, mientras chorreaba en el entrepaño del closet. Seguidamente, colocó una copa de champagne invertida en el centro de la tabla, sustituyendo al máster tradicional. Apoyé los dedos con fingida intrepidez, sobre aquel obelisco de cristal, esbelto.
Entonces, ella comenzó a pronunciar:
-"¿Hay alguien aquí...?"
Nadie respondió.
"¿Quieres comunicarte con nosotros?"
Nadie respondió.
"¿Tienes miedo?", susurró atenta, dirigiéndose a mí.
“Claro que no”, respondí, un tanto eufórico.
Y sonreímos nerviosos. Fue la tensión incisiva de un silencio espeso, que fraguaba el conocimiento que estábamos a punto de concatenar.
Pronto, el ritual se manifestó. Una vibración sorda, en las paredes, y luego el fragor de resonancias en los muebles. Putti saltaban sobre la cama de una noche profética. Ráfagas de irradiaciones químicas desde sus alas se fusionaron sobre la ígnea inquieta. Los cristales de la ventana vibraban como una jaula a punto de ceder.
El máster se movía. Contorneándose despacio, como flotando. Quedamos estupefactos. No supimos si retirarnos o continuar. Inmersos en adivinación, ¡nadie se movía!
Los bombillos que yacían apagados, parpadeaban sin electricidad. Entonces, nuestras pupilas encandelilladas identificaron en derredor, los movimientos informes que produjeron cien velas; aún, las voces y gemidos, el pavor y el estruendo desde diversos lugares de la casa, los cuales sisearon desde el baño, en la cocina, en la sala, y desde el interior de la escalera de caracol.
En suma, aquel estruendo externo nos atemorizó, a regañadientes; empero, cómplices nos apertrechamos, doquiera sobre las mesas, doquiera entre sus patas, jubilosos y expectantes en aquel bunker.
No pronunciamos palabra. Fue la sabiduría del tiempo. Afuera el éter convulso, adentro, la plena existencia orgánica. Meta-phŏra entre mundos. Exist-ente. Meta-morphē-osis, iniciación sub-liminal.
[Flashforward]
Ella me ciñó por la cintura. Cosquilloso, intenté no reír. Flotando, la copa se sobre-puso sobre el Caballo, rechinó, saltando salvaje, y comenzó a penetrar en la ciencia, saltando entre tableros, punteando letras que la Reina no quiso interpretar, sino resignificar. El suelo de la instancia tembló como si respirara desde abajo. Los clavos de los muebles crujieron. Los cuadros en la pared oscilaron, algunos, al suelo cayeron, nos ocultamos frenéticos. Sombras danzaban en las paredes como si a la habitación la rodeada un proemio plagado de asistentes soterrados. Entretanto, intuí a Los Enamorados – El Carro y El Mundo. En ese orden se me declaró el poder Arcano.
Entonces, lo más extraño ocurrió. En el ajedrez, el tablero se movió súbitamente sobre la mesa. Las piezas quedaron desordenadas en el suelo, todas, menos dos. Una Reina y un Caballo, adversarios acérrimos, se revolvían.
Primero una casilla. Luego la otra. Luego saltando, deslizándose, arrastrándose o flotando, como si Tango bailaran. Y no se repelían, se sobreponían, una sobre la otra, turnándose. La Reina, colmada de mayores posibilidades, rehusó a escapar. Con movimientos lánguidos, ¡copulaban entre sí!, señalando los caracteres alfanuméricos del tablero ocultista, para luego, recorrer nuevamente su retículo ajedrezado.
Y yo… no supe si eso era lo más aterrador o lo más excelso que había visto en mi vida, aquellos espíritus se transponían entre tableros, con tres dimensiones.
Gradualmente, me hice consciente de aquel efecto telúrico. Y discerní, que mientras se movía el recinto, el máster de aquella equivalencia de la Ouija, revolucionaba sobre sí mismo en sentido horario, posado sobre aquella expresión característica, “Yes”, incitando cíclicamente:
-¡Yes!, ¡Yes!, ¡Yes!, ¡Yes!, ¡Yes!, ¡Yes!, ¡Yes!, ¡Yes!
…Y mientras aquellas piezas del ajedrez continuaban ritualizadas cabrioleando y saltando entre tableros, abrazados nos miramos e irrumpimos en admiración. Aquel entorno sometido a un poltergeist, se asemejó al mecanismo y al pragmatismo de un reloj de arena.
Aquello no fue el entretenimiento o la ilusión pasajera de un fin de semana ordinario. Fue la sincronía de un reencuentro prometido. La verdad de… una hendedura viva, de un estigma palpitante en la matriz de la realidad con la que jugueteamos hasta el amanecer.
Entramos en ese juego para escapar del tedio... y obtuvimos una premiación insondable de resoluciones, lúbricas posibilidades, tácticas y secretos sublimados.
[Voz en off]
Nunca supe si fue un truco un trato, un sueño realizado y si de verdad abrimos un portal orgánico. Lo único cierto es que, desde entonces, cada vez que advierto estos juegos sobre una mesa, me sobreviene el pavor, las venas se me llenan de adrenalina y el corazón se me hincha con aquel efluvio.
Y no es por el bucle -en sí mismo-.
[La Ouija responde]
-C-H-E-C-K-M-A-T-E
Samael Magnum.